domingo, 8 de noviembre de 2015

"Machismo por la igualdad"

"Machismo por la igualdad"


Para bien o para mal, llevo bastantes años metida en páginas de humor. Me parto con las viñetas, fotos curiosas o los gifs de caídas estúpidas de gente haciendo el monguer. Sin embargo, últimamente muchas de estas webs se están llenando de contenido que, lejos de divertirme, me hunde en una profunda tristeza.

Hay muchas temáticas que me molesta que se trivialicen. Las dificultades de nuestro país, la última barbaridad de los políticos o la crisis de los refugiados de Siria. No obstante hoy me apetece hablar de otro tema controvertido, y últimamente más en ese tipo de webs: el eterno debate entre feminismo y machismo.


No soy particularmente feminista, de verdad que no. No sé si achacarlo al hecho de que, por fortuna, las actitudes machistas son prácticamente inexistentes en mi entorno familiar y social (siempre he tenido suerte de relacionarme con gente que NO ve diferencia práctica entre hombres y mujeres). De hecho más bien me han llegado a tachar de machista por indignarme con alguna campañas publicitarias que claramente pretendían imponer a las mujeres por encima de los varones. 

Si tuviera que definirme sería "igualitarista", un término que mucha gente opina que sería más adecuado para referirse a la lucha por la igualdad de derechos entre géneros, reduciendo los errores a los que puede avocar el "feminismo". Así que nunca me he metido en camisa de once varas entrando al trapo con la lucha feminismo extremo (hembrismo, más bien) contra machismo. 

Sin embargo, ha llegado un punto en el que resulta insoportable entrar a esas páginas. Si eres mujer o respetas mínimamente al género femenino, quiero decir. Es imposible disfrutar de esos sitios webs si sientes aunque sea un poco de simpatía por las mujeres como colectivo.


Me explico.

Cualquier entrada que pueda insinuar aunque sea un poco que el género femenino sigue en clara desventaja social, es acribillado a negativos y a comentarios misóginos que rallan lo absurdo. Mientras que aquellos casos particulares (en muchas ocasiones, rebuscados) en los que se condena que alguna mujer se ha aprovechado de su condición son aplaudidos, vitoreados y extrapolados por los usuarios como si fueran lo general. Si alguien intenta insuflar un poco de cordura en la conversación, frenar tal horda de comentarios anti-feministas, es tachado/a de "feminazi" o recibe respuestas tan originales (nótese la ironía) como "a fregar" o "¿quién te ha dejado salir de la cocina?". En el caso de los hombres que defienden el feminismo, los tachan de "huelebragas" o de que solo apoyan a las mujeres porque esperan echar un polvo. 

Ah, y mi favorita: "todas putas". 

Lamentable.

Aunque sin duda la gota que colma el vaso se la lleva el tema de la violencia de género y, en concreto, las víctimas de ella. Cuando se añade un post reivindicando que esto debe terminar o cuando surge algún dato alarmante sobre mujeres asesinadas, lejos de condenarlo la actitud es de "no os hagáis las víctimas, porque también hay hombres que mueren a manos de sus parejas y nadie se queja. Así que callaos. No denunciéis, no os quejéis". 

Trivializar estos temas es un insulto. Un insulto a las decenas de mujeres que mueren a manos de sus parejas cada año. ¿Porque también haya hombres asesinados por sus novias/esposas significa que esas 51 mujeres que perdieron la vida en 2014 en nuestro país no importan? ¿Que sus familias o simpatizantes de sus casos no tienen derecho a indignarse? 

Hace poco se publicó una entrada con una caricatura donde una mujer había sido violada y alguien comentaba que "debería estar agradecida, con esa cara". La mayoría de usuarios simplemente encaminaron el tema hacia lo que empieza a ser habitual, que también hay hombres violados y que las mujeres siempre aparecen, injustificadamente, como las víctimas. Nadie, NADIE, se indignó realmente con el contenido de la imagen, alegando que era una exageración para buscar el aplauso fácil. 

En ese momento me di cuenta de lo realmente cruel del caso: son tan ingenuos, tan ignorantes por voluntad propia o no, que no creen que alguien de su mismo género pueda sugerir tal atrocidad. Que no creen que ese comentario puede darse en nuestra sociedad.

Pero sí, se da. Se hacen burlas sobre que una mujer poco agraciada debería estar agradecida de que alguien decidiera violarla. Lo he oído, y no solo una vez. 


Ayer mismo, el 7N, se celebraba la primera gran marcha nacional contra la Violencia Machista. Miles de personas se movilizaron en Madrid para clamar que cesen las muertes y malos tratos hacia las mujeres. No podéis ni imaginar (o tal vez sí, vistos los precedentes) qué tipo de comentarios se leyeron en el post que presentaba la portada de un periódico con la mencionada marcha. Ni uno, ni uno solo (sin exagerar) se lamentaba por el número de víctimas que ya se han registrado en lo que vamos de año. Invariablemente, todos los comentarios eran anti-feministas, criticando el victimismo de las mujeres y su hipocresía. 


Llega un punto en el que una ya no puede más. Y ante un debate absurdo que antes, hablando en plata, "me la pelaba", ahora me hace posicionarme de manera cada vez más radical (y como yo imagino que muchas otras chicas/feministas HARTAS).

Se sigue apelando a una supuesta discriminación positiva de las mujeres, algo a lo que una asiste con una carcajada amarga, rogando que tanta estupidez sea sarcasmo.

Pero mejor puntualizar que luego lamentar. Es cierto que hay cierto sesgo legal en favor de las mujeres, algo que no comparto pero que comprendo dado la base histórica en la que no éramos mucho más que objetos hasta no hace muchas décadas. Estoy absolutamente en contra de las diferencias entre bajas por maternidad/paternidad, la presunción de culpabilidad cuando un hombre es acusado por su pareja, y etc., etc. Nuestra legislación no es el mayor exponente de igualdad, pero eso tampoco es una noticia ni es solo en este tema (ni mucho menos). 

Sin embargo, socialmente, el género femenino sigue estando un escalón (o varios) por debajo del masculino en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Y eso por desgracia está bastante más arraigado y es más difícil de corregir que una ley sobre papel. 

Queda claro con la brecha salarial, que se ha incrementado hasta más de 500 € en 2015 (por mucho que tanta gente alegue que se trata de un "invento mediático"). Queda claro cuando en pleno siglo XXI he comprobado ojiplática que para optar a varios puestos de investigación el primer requisito era "ser varón". Cuando en el sector hotelero, uno de los que más dinero mueve en España, la plantilla de limpieza está formada exclusivamente por mujeres (como si ése fuera nuestro sitio natural). Y así, y así...

Otro argumento esgrimido hasta la saciedad en esas páginas es que, de la sexualización de la mujer, solo se quejan las "gordas y feas". No diré que soy exactamente poco agraciada, pero desde luego no estoy precisamente en el peso ideal. Y aun así me han gritado comentarios obscenos por la calle, me han acorralado de madrugada cuando volvía a casa con insinuaciones a las que demostré reiteradamente mi descontento. Un hombre, no especialmente mayor, pasó media hora en un viaje de tren repitiendo que "no deberías llevar pantalones, las mujeres de toda la vida han llevado falda" y "¿dónde está tu marido?". Si ya he tenido que pasar por eso sin ser una "chica 10", no quiero ni imaginarme aquellas consideradas estéticamente despampanantes. 

Pero de nuevo en las webs a las que me refiero, cualquier crítica a un post sexualizando a las mujeres se zanja con un "seguro que eres gorda y a ti no te piropean". Es aún más preocupante que exista esa creencia de que las únicas que protestan por la sexualización del género femenino son aquellas no atractivas (gordas, feas, como ellos dicen), mientras que aquellas que sí lo son no se indignan porque dejarse sexualizar supone beneficios. 

Pos OK.


Se está formando una especie de "anti-feminismo" que parece un efecto rebote. Un machismo tenaz, rencoroso, que ataca a ciegas a cualquier mujer porque, según sus miembros, "ellas siempre se aprovechan de su situación". Mucha gente ve lógico que, dado que la ley ampara a las mujeres, un colectivo discriminado durante siglos, la respuesta obvia es manifestar su odio irracional hacia todo el género. Sean harpías que se aprovechan de las ventajas legales o mujeres que luchan por la igualdad absoluta entre géneros. Sin distinción, y ahí está el problema.

Reitero lo afortunada que soy en ese aspecto. Tengo un padre, tíos, primos, amigos, un cuñado. No los considero superiores a mí pero tampoco inferiores. Ninguno de ellos me ha menospreciado jamás por ser mujer, ni tampoco a la inversa. Jamás se me ocurriría meterles en el saco de maltratadores o machistas, como tampoco ellos me tacharían de aprovecharme de las "ventajas" de ser mujer. Debería ser así en todas partes, en todos los lugares. 

Sencillamente, generalizar da asco. Y es asqueroso cómo se empieza a generalizar en depende qué ambientes. 

Antes de terminar, os ruego a los hombres que escriben comentarios en esas webs (no hay que ser muy listo para saber a cuáles me refiero) que piensen un poco antes de atacar a ciegas. Que intenten ponerse en la piel de las usuarias de esas páginas que no defienden la supremacía de la mujer ni la aniquilación del sexo masculino (que también existimos y, aunque se empecinen en lo contrario, somos mayoría). Imaginad lo duro que es que, tras tantas décadas de lucha, todo se reduzca a que descalifiquen tu opinión con un "a fregar" o "como se nota que hoy tienes la regla". 

Cansa ser una ciudadana de segunda, aunque sea por pequeños detalles cotidianos. Y que encima te insulten o traten de ridiculizarte cuando demuestras tu inconformidad y tu deseo de que esas diferencias absurdas, por fin, desaparezcan. 

sábado, 31 de octubre de 2015

Una vez fui au pair: Cómo me fui al extranjero y ahora no quiero ni salir de mi pueblo

Una vez fui au pair
Cómo me fui al extranjero y ahora no quiero ni salir de mi pueblo


Lo que voy a relatar aquí es una de mis más personales y duras experiencias, una vivencia que no desaparecerá jamás del recuerdo. Para bien o para mal.

Un año y pico en paro fue demasiado para mí. Tras acabar la licenciatura de mis sueños, mi propio país me cerró las puertas en las narices. Emigrar es algo a lo que había deseado no tener que recurrir jamás pero ay, la ingenuidad es un mal muy grave. Me informé de las maneras más populares para poner el pie en el extranjero y ya allí permitirme buscar en el mercado laboral de destino. Por lo visto mucha gente empezaba de camarero o semejante en grandes ciudades (Londres, Dublín); otros (y especialmente otras) muchas optaban por sumergirse de lleno en la cultura anglosajona siendo au pair

Yo me decanté por esta última. 

Y ahora va una explicación que sin duda leeréis (o habréis leído) un millón de veces sobre qué es ser au pair: una au pair es una chica (también hay chicos, aunque es mucho menos común) que emigra a otro país a casa de una familia de acogida para ayudar a los padres a hacerse cargo de los niños. No es una niñera ni una maestra, es como un miembro más de la familia. La ventaja para la au pair es que no debe pagarse manutención, puesto que la casa y la comida forman parte del trato. También recibe algo de pocket money ("dinero de bolsillo") como compensación. Además convive en un ambiente nativo para sumergirse en la lengua. Lo cierto es que es una opción muy popular en tiempos como los que corren porque no exige una inversión inicial para arrancar en un país de destino. Tiene sus cosas malas, como el hecho de la "ilegalidad": la au pair no figura en ningún registro (no en Europa, al menos) y técnicamente cuenta como turista. No hay seguridad social, ni cotización ni nada. 

La elección del país fue muy fácil. Me enamoré de Irlanda cuando la visité en 2010 como parte de una beca para estudiar inglés, y dado que me dejé muchos rincones por descubrir vi una buena oportunidad para regresar. Así pues empecé la búsqueda, contactando por diversas páginas (en especial AupairWorld.

Tardé tres semanas en decidirme por una familia de entre las que se interesaron en mí. La elección me envió al sur de la isla, al condado rural de Kerry. Familia de padre, madre y tres hijos (dos niñas de 9 y 11 y un niño de 5). Vivían en medio del campo cerca de un pueblo diminuto: el estar aislada la mayor parte del tiempo no era un problema para mí, ya que mi afición principal es la ornitología y esos lugares son un paraíso para avistar y fotografiar aves. Hice las maletas y me marché a Irlanda a mitades de noviembre. 

Me recibieron con los brazos abiertos e integrándome con entusiasmo. Los niños enseguida me enseñaron lo que sabían hacer (tocar instrumentos y tal) porque decían que habían esperado con ganas que llegara (desde que habíamos hablados en tres ocasiones por Skype). El domingo me llevaron a conocer el pueblo y los alrededores y me presentaron a unos cuantos tíos y los abuelos (si hay algo que tengan las familias irlandesas son MUCHOS familiares). El lunes empezó mi trabajo. 

El día a día era levantarse entorno a las 8, ayudar a hacer el desayuno y poner a punto a los niños. A las 9 se iban y yo me quedaba a hacer tareas del hogar. A las 2 coger la bici e ir a buscar al niño al colegio; volver, darle algo rápido de comer y volver con él al colegio a recoger a las niñas a las 3. Hacerles la comida y cuidar de ellos hasta las 5 de la tarde, cuando regresaban los padres. Cobraba solo 320 euros por mes (cuando lo estándar es entorno a 400) con la contrapartida de solo trabajar cuatro días a la semana, librando el viernes.

Mi habitación era preciosa (iba a ser la habitación de la hija mayor pero seguían durmiendo juntas) y tenía televisor propio. Baño que compartía solo con los niños (solo estábamos ellos y yo en la planta baja). Un jardín enorme y la compañía de un perrito precioso cuando me quedaba sola por las mañanas. Dos semanas después me regalaron una bicicleta propia, aunque no pude estrenarla hasta febrero por un problema con los frenos. 

Con los niños era estupendo. Se volvían locos conmigo, de verdad. La niña pequeña especialmente pasaba todo el día pegada a mí como un pollito a la gallina. Se quería hasta venir a dormir conmigo aunque los padres no la dejaran. También me llevaba muy bien con la tía de la niña, que tenía su propia au pair española, y con cuya hija jugaba mucho cuando íbamos a la piscina los miércoles. Con mi HM (host mum) tenía mucha confianza y se lo contaba todo. Parecía más fácil sobrellevar el hecho de estar lejos de mi país. 

Cuando regresé a España en Navidad lo hice muy satisfecha. Porque siempre había tenido claro que ser au pair es una lotería pero que a mí me había tocado el gordo. 

Sin embargo, al volver en enero ya nada fue exactamente lo mismo. 

Poco a poco mis tareas se fueron incrementando. Abrillantar la vajilla expuesta en el mostrador, limpiar la nevera y el horno, pulir las escaleras de rodillas, llevar los cubos de basura hasta la carretera... Son cosas que no entraban dentro del "light house work". Mi HM nunca me lo ordenaba pero a la pregunta "¿te importaría...?" nunca te deja muchas opciones. El asunto de la plancha me desbordaba: al principio eran cositas, pero había días que sin exagerar me pasaba cuatro horas seguidas planchando (y no ropas de los niños precisamente. A ella le planchaba hasta la ropa interior). El acuerdo de au pair dice que la plancha no es tarea de au pair más que ocasionalmente ropa de los niños. Una mujer que se dedique solamente a planchar gana bastante más por hora que lo que ganaba yo. Le pregunté a las otras chicas sobre el tema: muchas ni tocaban la plancha y otras como mucho una vez a la semana (y en esos casos ropa de los críos). 



Tampoco me hizo demasiada gracia que el día que vino un familiar de ellos de visita el susodicho me dijera que le sirviera el té y mi HM nunca le sacara de su error. De que yo no era una chacha ni una criada, sino un miembro más de la familia. Supuestamente, claro. 

Admito que yo también fui ya un poco libre de la ilusión ciega del principio y me daba cuenta de más cosas. Como que al parecer tener una au pair era algo así como un signo de estatus entre algunas de las familias del lugar. Me recuerda un poco a lo que era tener una criada de color en los 60. No ayudaba el hecho de que mi HF (host Family) parecía considerarme de una clase social inferior a la suya: comentarios burlescos sobre los españoles y nuestra aparente falta de cultura eran muy comunes. Al principio me lo tomaba a broma pero con el tiempo empezó a ser molesto. 

Que por cierto... ¿hasta qué punto es correcto bromear constantemente frente a niños que carecen de criterio bien formado? A veces me sorprendió que el pequeño me soltara "cállate, que eres española y no sabes nada", repitiendo lo que había dicho el padre minutos antes; o que las niñas me preguntaran muy serias si todos los españoles eran tan malos como los que salían en la tele (WTF? Aún no se qué vieron ahí exactamente...). Yo me pasaba el día crispada por esos comentarios, porque en lugar de apoyarme para aprender el idioma se reían en mi cara por cómo pronunciaba o cuando cometía un error. ¡A mí me gustaría verlos a ellos intentando comunicarse en español!, que yo precisamente estaba allí para hablar inglés y lo dominaba lo suficiente como para entenderme con ellos. 

Un día me puse malísima de la tensión y casi me desmayé. Hice las tareas de la mañana como pude, fui a buscar a los niños y todo pero esa tarde tocaba piscina y me disculpé cuando llegó la madre porque solo quería acostarme. Cuando llegó la hora de la cena ya me encontraba mucho mejor y después de cenar subí con la madre a preparar la cama de los nenes. Allí me disculpé por no haber ido a la piscina (aunque siempre había ido porque quería, ella nunca me lo había pedido). Me torció la boca y soltó que "desde Navidad no ha sido lo mismo". Me pasé toda la noche ralladísima y dándole vueltas a qué quería decir con eso, aunque ella esperó al día siguiente a volver del colegio para soltar la bomba. Me dijo en pocas palabras que era un poco borde y bipolar, que les daba miedo pedirme nada porque les ponía mala cara. Yo no sabía a qué se refería, de verdad: siempre hacía todo lo que me pedían y me ofrecía a hacer más. Como ejemplo dijo que el día anterior había estado super "chof" y que después a la hora de la cena estaba super contenta. ¡A ver si no iba a poder estar mala tampoco! Lo dejemos estar por entonces, pero la espinita quedó ahí. 

Esto es simple apreciación mía, pero además creo que la madre podría haber desarrollado algo de celos por el entusiasmo que me mostraban los críos. Quiero decir... las primeras semanas aunque nos lo pasáramos en grande los nenes esperaban el regreso de sus padres como agua de mayo. Pero después de volver en Navidad era normal que se pasaran HORAS sentados los tres en mi regazo y que cuando por fin los padres llegaran no se movieran de ese sitio. Había un sillón en particular donde nos sentábamos los cuatro a hacer el tonto sin ningún motivo, y allí podíamos estar tranquilamente de 3 a 5. 

Hablemos del horario. Supuestamente no trabajaba los viernes ni los fines de semana. Sin embargo los viernes tenía que hacer lo mismo que el resto de días en la casa: me lo dejó muy clarito ya antes de Navidad, aunque nunca me importó (me trataban tan bien que me daba igual hacerle ese favor). No obstante sábados y domingos... Por la mañana también trabajaba en plan niñera, porque los niños se levantaban muy pronto pero a la madre no le daba la gana salir de la cama hasta las 12, por lo menos. Las primeras veces el niño se pasaba más de una hora llamando a la madre hasta que al final me dignaba a bajar yo para hacerle algo de desayunar. Un domingo los padres se fueron a correr sin decirme nada: se supone que el domingo era mi día libre, pero me dejaron a los críos varias horas sin siquiera consultarme. Simplemente bajé y el niño me dijo que sus padres se habían ido a correr. ¿Y si se me ocurría irme por la puerta de atrás a dar un paseo? Hubiera dejado a los niños solos sin siquiera saberlo. 

Al final me quedaba por orgullo cuando evidentemente ya no estaba a gusto. Me refugiaba en los maravillosos ratos que pasaba con los niños para no centrar todo entorno a lo incómoda que me sentía frente a los padres. 

Sin embargo la hecatombe llegó a mediados de febrero. 

Después de mi regreso de vacaciones (cinco días en el sur de la isla, Cork y Baltimore) el niño había sufrido un radical cambio de actitud conmigo. Empezó a pegarme frecuentemente y a pegarle a sus hermanas solo para hacerme enfadar. Era bipolar: me adoraba y abrazaba y a los cinco minutos empezaba a pegarme. Me tiró la comida a la cara un día que simplemente me acerqué por detrás y le pregunté qué estaba dibujando. Podía soportar todo mientras los niños siguieran de buenas conmigo, pero que el niño al que quería tanto y al que trataba tan bien me pegara y despreciara ya era mi límite. 


Un día me senté con la madre y se lo comenté. Ella era bastante ciega al comportamiento del niño, siempre pensando que era un angelito. Efectivamente achacó la culpa a sus primos, alegando que eran niños muy agresivos y que habían contagiado al pequeño. Resulta que su hermana pensaba exactamente lo mismo pero al revés, que el nene estaba siendo una mala influencia para sus hijos. 

El caso es que cuando el niño se mostraba agresivo o petulante delante de mí su madre le daba carta blanca. Recuerdo un día en el que me ordenó (así, ORDENAR) que le pusiera zumo. Le dije sonriendo que faltaba un gracias, aunque él se limitó a sonreír burlón diciendo que acabaría haciéndolo igual. La madre me ordenó que le pusiera zumo y él me espetó "¿ves? Aquí no mandas". Creo que los padres no le dejaron claro al niño que yo era la figura de autoridad en su ausencia. Otra vez el niño me pegó en el brazo (delante de la madre, debo añadir) y yo le respondí que era muy "mean" (sé que ese insulto le indignaba y a menudo le hacía parar). La madre salió por la puerta con un "eres la adulta aquí. Compórtate como tal". En fin...


Todo estalló el día que la au pair de su hermana volvía a España, a mediados de marzo. No me gusta salir de fiesta pero apreciaba mucho a esa chica, así que hice el esfuerzo. Era viernes, teóricamente mi día libre. Me fui a dormir una siesta y cuando sonó el despertador bajé un momento a por un vaso de agua en pijama y pantuflas... con tan mala suerte que los padres estaban allí. El padre me miró con sorpresa y me soltó a bocajarro "menudas vacaciones pagadas te estás pegando, ¿no?", antes de marcharse. Me quedé un poco en shock pero creí que estaba de malhumor o lo que fuera y subí a cambiarme. La sorpresa vino cuando la madre me siguió y me dijo "esto no está funcionando. Creo que debemos terminar el acuerdo"

No tenía ni idea de qué estaba hablando. Apuntó que: "era intolerable que durmiera en medio día en aquella casa, pero que era casi un insulto que bajara a la cocina en pijama". Así: técnicamente me despidieron por bajar a la cocina con pijama a por un vaso de agua. Por dormir una siesta en mi día libre

Entonces empezó a soltar y a soltar, exagerando todo. 

Que era una irresponsable porque un día llegó y me encontró en el salón con los niños leyendo un libro. Que cómo se me ocurría tener la desfachatez de estar leyendo cuando se supone que debería estar cuidando de sus hijos. Me quedé a cuadros: no es como si los hubiera dejado solos. Ellos estaban mirando la televisión y yo, que no estaba interesada en lo que miraban, me senté con ellos pero estaba leyendo. WTF? ¿En serio estaba haciendo algo malo?

Que me habían comprado una bicicleta pero que no la había usado más de dos veces. Pues sí: dos veces la usé. Los días que tuve libres después de que me arreglaran, UNA SEMANA ANTES. Desde que me la regalaron en noviembre habían tardado cuatro meses en arreglarme los frenos, que no funcionaban ya desde fábrica. Otra cosa seré pero no muy buena en mecánica. Perdón por no saber arreglar los frenos de una bicicleta. 

Que le había mentido cuando hablamos por Skype porque le dije que sabía cocinar y nunca me presté a ello. Cociné dos veces: una cupcakes para las niñas que acabaron en la basura en cuanto me di la vuelta y una tortilla de patatas que se comió el perro. Compré algo de jamón serrano para ellos pero ni siquiera lo probaron al saber cómo estaba hecho. Me gasté una fortuna en polvorones y turrón en Navidad y no probaron ninguno nada alegando que la niña mayor era alérgica a las almendras (¿y el resto qué?). Cada vez que me hacía lo más simple, como un huevo frito o pan con tomate, me miraban con cara de asco y no paraban de comentar lo asqueroso que debía estar. Obviamente no tenían interés en probar nada de España así que francamente no me esforcé. Jamás me imaginé que la señora se tomara como un insulto que yo no me ofreciera a cocinar y que por ende era una mentira que yo supiera cocinar. 

Otra cosa no seré, pero sí sincera hasta las últimas consecuencias. Voy por delante con lo bueno y con lo malo de mi persona. Y por eso mismo no pude evitar el aluvión de verdades que le devolví, aunque con un tono mucho más educado y menos agresivo que el que ella había utilizado. Que me ninguneaban, que dejaban que el niño me despreciara, que trabajaba mucho más de lo que se supone que debería y encima cobraba menos, que hacía cosas que no debería, etc. etc. Me escuchó como si estuviera maldiciendo a todo su árbol genealógico, ofendida e incrédula.  

"Dime cuándo puedes irte. No te quiero más en mi casa"



Se fue dando un portazo y yo me puse a llorar, por mucho que me avergüence reconocerlo. Nunca me he sentido tan desamparada y desesperada como en aquel momento. Avisé a las otras au pair para que alguna me llevara al pueblo o me acogiera en alguna parte hasta el día siguiente (obviamente no iba a quedarme allí ni un segundo más). Acto seguido Skypeé a casa para contárselo todo a mis padres mientras hacía la maleta. Como tenía todo el dinero en efectivo, mis padres tuvieron que pagarme el primer vuelo Dublín-Barcelona que había (el domingo por la mañana) facturando todo lo que pudiera. 

Durante ése rato la madre no paró de ir y volver de la habitación sin parar de decirme cosas. Volvió con el padre una de las veces y me dijo que "por tu culpa los niños están llorando en el piso de abajo, porque te vas". ¿Era acaso culpa mía? Solo incrementó mi mala leche. Bajé corriendo a despedirme de los peques: la niña pequeña estaba deshaciéndose en lágrimas de verdad. Solo me pena que no pude despedirme de la mayor porque se había ido a casa de una amiga. Poco a poco la casa se iba llenando de gente porque la HM había avisado a todas sus primas y hermanas y parientes para que la apoyaran moralmente. Sobra decir que no se cortaban al decir en voz alta lo mala au pair que yo era y el descaro que tenía de aprovecharme de una familia tan maravillosa. Todo era como una maldita pesadilla. 

Al final la HM volvió al cuarto, me tiró (así, me tiró) el dinero de la semana y soltó: "He estado haciendo cuentas: que sepas que la au pair de X cobra 400 euros por 40 horas. Tú cobras 320 € por 12". Ahí sí que ya quise morirme: esa señora estaba convencida de que solo tenía la obligación de pagarme las horas que yo pasaba a solas con los niños, NADA de las tareas de la casa, que en realidad era lo que me ocupaba más horas al día (y que la página por la que contactamos especificaba claramente que NO formaba parte de las tareas del au pair). Ni tan siquiera eran 12 horas: eso era lo establecido, porque siempre eran más (y eso sin contar algunas noches de canguro que nunca me pagó). En realidad y siendo muy generosos eran alrededor de 40 horas a la semana. Pero ella creía que aun me había estado haciendo un regalo al pagarme tantísimo por el "poquísimo trabajo" que yo hacía.

Me quedó claro ya que ni se había molestado en saber qué era una au pair en realidad. Que lo que había buscado era una criada a un precio asequible. O tal vez aparentar porque "todo el mundo tiene au pair". Hacía tiempo que sabía que había habido otra chica antes que yo pero que solo había estado tres semanas. Por lo visto la muchacha era un poco desastre, pero empiezo a pensar que no todo fue culpa suya. 

El no va más fue lo de "eres una vaga y un desastre pero te hemos aguantado tanto tiempo porque los niños te adoran". Ahí ya empecé a reírme como una histérica mientras lloraba a la vez porque no podía creer lo que estaba sucediendo. Mientras bajaba con las maletas por la escalera le dije que ojalá la siguiente au pair que tuvieran fuera la definitiva. Tuvo el veneno para decirme "no habrá otra porque tú has matado esa opción". ¡JA! Encima. Crucé el comedor saludando a todas las personas atrincheradas allí aunque ninguna se dignó ni a hablar, solo acuchillándome con la mirada. Salí a fuera, me despedí del perro (obviamente) y esperé un cuarto de hora bajo la lluvia hasta que mis benefactoras vinieron a por mí. 

Al día siguiente, sábado, me fui en el último viaje con dos chicas españolas del mismo pueblo y por la tarde cogí el autobús dirección Dublín. Pasé la noche en el aeropuerto y salí a las 6 de la mañana. El domingo por la tarde ya estaba en la pequeña estación de mi ciudad en brazos de mi familia.

Ahora pensar en ese país me trae malos recuerdos aunque sea un lugar maravilloso y con gente generalmente amable. Incluso ver los objetos que me traje hace cinco años me resulta doloroso. Por supuesto no voy a pisar Irlanda en una larga, larga temporada. 

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Imagino que alguien que empiece a buscar por internet sobre el mundo au pair se llevará una impresión demonizada de dicho empleo. Sin embargo debo recalcar que en aquel diminuto pueblo había alrededor de otras 20 au pair (que yo supiera), muchas de ellas españolas, y a todas ellas les fue divinamente. Yo fui la oveja negra en ese sentido. Lo malo por desgracia siempre hace más eco. 



Hay que ir con mucho cuidado con el lugar en el que se acaba, aunque eso por desgracia no podemos saberlo hasta que ya ha pasado un tiempo. Mi consejo: si vais a ser au pair, no aguantéis lo inaguantable y marcharos si las cosas no pueden solucionarse. Yo resistí a pulso y acabé con la autoestima y los ánimos por los suelos y una bonita depresión a la espalda. He necesitado más de medio año para recuperarme de lo que considero un fracaso, aunque cada vez esté más convencida de que no tuve la culpa de la mayoría de lo sucedido. 

La experiencia ahí se queda. Para bien o para mal.

xoxo